Aunque en la mayoría de los países del mundo se asegura tener planes para enfrentar contingencias por desastres naturales, sólo algunas naciones, específicamente las potencias mundiales, pueden echar mano de sistemas de logística y de infraestructura para tratar de sortear tragedias derivadas de desastres naturales
Mario D. Camarillo Cortés
20 días del devastador terremoto que destruyó gran parte de Haití, el país más pobre de América Latina y uno de los más vulnerables del mundo, la ayuda internacional no se hizo esperar y, como ha sucedido con otras tragedias causadas por fenómenos naturales, el auxilio mundial sigue presente. Sin embargo, la atención que ha desbordado la prensa mundial ante esta catástrofe hará que mientras no se archive el caso éste seguirá vigente, aunque cuando el interés disminuya la tragedia haitiana pasará a sumarse a otras catástrofes que ya son sombra de la historia.
Terremotos en Irán, Perú, India y China, así como los huracanes “Katrina”, “Mitch” y “Nargis” que golpearon Estados Unidos, Honduras, Nicaragua y Myanmar (Birmania), y el tsunami que azotó el 26 de diciembre de 2004 el suroeste asiático son algunos ejemplos de casos que tras una impetuosa participación internacional han caído en el olvido y se ha dejado a los propios gobiernos y a los damnificados la mayor parte de la carga y responsabilidad en las tareas de organización y reconstrucción de las comunidades dañadas.
Las cifras de muertes son incalculables, los daños estratosféricos y el costo para reparar los daños y la reconstrucción es incalculable. En la mayoría de las tragedias, la ayuda llega, pero enmendar la tragedia en los aspectos moral y económico sigue pendiente con el paso de los años y pese al reclamo de organizaciones humanitarias y de la propia Naciones Unidas.
En las catástrofes suelen registrarse cifras aproximadas, que pueden ser exageradas en su dimensión o que pueden quedar cortas en el número de víctimas y daños.
También existe la corrupción entre los mismos grupos que distribuyen la ayuda o entre los propios damnificados que en la mayoría de los casos llegan a vender los alimentos que se les entregan o que roban para saciar su interés personal.
A esto se suma la desorganización y falta de un control riguroso para la entrega de la ayuda, por lo que la proporción de saber a qué grupos afectados se les entregó la ayuda suele pasar inadvertida dado el momento trágico que se viva.
Lluvias, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, huracanes y tsunamis son las tragedias naturales que han sembrado desesperanza, muerte y destrucción en todo el planeta, dejando a su paso millones de muertos de los que no existen cifras explícitas, lo que ocurre también con el costo económico de las tragedias.
Sin duda, una de las mayores furias de la naturaleza, que ha marcado a miles de poblaciones por la destrucción y muerte, son los terremotos. Tal como ocurrió el pasado 12 de enero pasado en Haití, fuertes sismos han azotado naciones que han visto derrumbarse no sólo a una parte de su historia, sino de su moral, al quedar a expensas de la ayuda mundial y que en muchos de los casos, sin un desenlace aún, viven a la espera de continuar con etapas de reconstrucción.
Los terremotos registrados en Irán, Perú, India y China, entre otros, dejaron desolación, miles de heridos y damnificados e incalculables cifras económicas en daños.
Otros fenómenos también con un potencial de destrucción han sido los huracanes “Katrina”, “Mitch” y “Nargis” que golpearon sin piedad países como Estados Unidos, Honduras, Nicaragua y Myanmar (Birmania), cuyas regiones afectadas pese a contar con ayuda internacional tuvieron que echar mano de su propia iniciativa al irse perdiendo la ayuda externa.
El tsunami del 2004, causado por un terremoto de 8.9 grados en la escala de Ritchter que tuvo epicentro en la isla indonesia de Sumatra, provocó un devastador maremoto que golpeó a Sri Lanka, Tailandia e India con resultados devastadores.
En estos casos, la solidaridad mundial se hizo presente a las pocas horas del siniestro con la llegada de alimentos, equipo médico, asistencia sanitaria y participación de miles de voluntarios. Sin embargo, conforme las noticias y presencia de medios de comunicación fue bajando su nivel de importancia respecto a estas tragedias, así también fue perdiéndose el interés masivo por mantener la ayuda a los damnificados.
POTENCIAS
Aunque en la mayoría de los países del mundo se asegura tener planes para enfrentar contingencias por desastres naturales, sólo algunas naciones, específicamente las potencias mundiales, pueden echar mano de sistemas de logística y de infraestructura para tratar de sortear tragedias derivadas de desastres naturales.
En casi todos los países existe una ausencia de planes integrales de riesgo, se carece de sistemas de alertas o programas de emergencia bien definidos. Es por esta causa que al no existir un esquema para enfrentar una contingencia de gran magnitud se improvisan medidas para ayudar a damnificados. Esto trae como consecuencia problemas en la lentitud para actuar, incapacidad para auxiliar a las víctimas con la entrega de alimentos, agua, medicinas y, lo principal, brindarles un techo temporal con las condiciones sanitarias adecuadas.
Naciones Unidas, organizaciones humanitarias y las principales potencias del mundo siempre han encabezado por iniciativa la asistencia y auxilio en casos de desastre. Pero la falta de coordinación ha prevalecido siempre y las cifras estimadas solicitadas de ayuda urgente para asistir a los millones de afectados tiende a ser mínima al no existir una evaluación real de los daños registrados.
VULNERABLES
En el caso de los países más vulnerables como Haití, por ejemplo, la ayuda económica para su reconstrucción tras el terremoto del pasado 12 de enero no ha sido cuantificada aún con apego a la realidad que vive este país. La isla caribeña, que forma parte de naciones con una diversidad económica limitada e infraestructura insuficiente, está obligada a depender en gran parte de la ayuda externa, por lo que sin duda su reconstrucción estaría estimada a concluir en dos décadas y con cifras que rebasarían los 75 mil millones de dólares.
La distribución económica y reparto de la misma para levantar de la ruina a esta isla del Caribe, pese a la buena voluntad de la ONU y otras naciones, podría quedar sólo en buena intención, ya que la precariedad en la que vivía el pueblo haitiano antes de la tragedia, de no tener una buena planeación para su reconstrucción, podrían llevar a esta nación a volver al estado anterior de pobreza y riesgo en que se encontraban, y no disminuir el riesgo al que seguiría expuesto.
NÚMEROS. Naciones Unidas estimó en un reporte que tan sólo en América Latina se registraron entre 1980 y 1990 cinco millones 442 mil 800 muertes por causa de desastres naturales, mientras que el decenio siguiente reportó dos millones 438 mil 500 víctimas.
A partir del año 2000 a la fecha, el costo económico de los desastres por fenómenos naturales a nivel mundial ha sido de 87 millones de dólares por año como mínimo.
La ONU cita como ejemplo que tragedias como terremotos, huracanes, lluvias e inundaciones causaron pérdidas económicas de 90 billones de dólares sólo en 1998
En Estados Unidos las pérdidas económicas que dejó el fenómeno de “El Niño” entre 1997 y 1998 rebasó los mil 960 millones de dólares. Las inundaciones en China de 1991, 1994, 1995 y 1998 dejaron daños entre 20 mil y 35 mil millones de dólares.
En el norte de Europa, en diciembre de 1999, las tormentas “Anatol”, “Lotear” y “Martin” causaron pérdidas por más de seis mil millones de dólares.
(Con información de CNN, cadena BBC, revistafuturos.info,
The Nuevo Herald y El Mundo de España)
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